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Las infecciones respiratorias agudas son unas de las principales causas de morbi-mortalidad a nivel mundial, estimándose que en el año 2013 se produjeron 2.65 millones de muertes por esta causa.
Las infecciones virales están asociadas con un amplio espectro de manifestaciones que van desde procesos asintomáticos hasta cuadros graves.
En la actualidad, la mayor capacidad de diagnóstico molecular ha permitido intuir los patrones de circulación global de los virus respiratorios ayudando a adoptar medidas sanitarias.
Las reglas de juego cambiaron con el advenimiento de la epidemia provocada por una nueva cepa de coronavirus, que comenzó a fines de 2019, denominada COVID-19 por la OMS.
A pesar de que ésta última es la que cobró relevancia, ya se trata de la tercera epidemia que se produce debido a la familia de coronavirus desde el año 2000 a la fecha: por un lado el síndrome respiratorio agudo severo que comenzó en China en 2002 y posteriormente el síndrome respiratorio del Medio Oriente en 2012.
Si bien cada microorganismo tiene mecanismos patogénicos distintos que le confieren mayor o menor capacidad de infectividad, existen factores del huésped que intentan minimizar y atenuar el impacto, cuando éstos fallan las consecuencias negativas son mayores.
La vitamina D y su rol en la prevención de infecciones
La vitamina D (VitD) es una vitamina liposoluble aunque también es considerada una hormona dada su síntesis a nivel cutáneo con la exposición a la luz solar. Existen dos formas moleculares de esta vitamina: la denominada colecalciferol o vitamina D3 de origen animal constituyendo, a través de la síntesis cutánea, el 90% de la vitamina circulante en plasma y el ergocalciferol o vitamina D2 de origen vegetal.
La principal función de la vitamina D consiste en la mineralización ósea influyendo en el metabolismo del calcio y fósforo tanto a nivel intestinal como renal.
La hipovitaminosis D se define como niveles disminuidos en plasma de 25 hidroxi VitD una forma metabolizada en hígado de dicha vitamina.
La deficiencia de vitamina D es una condición reconocida a nivel mundial, con una heterogeneidad en relación a etnias, ubicación geográfica y grupos etarios siendo esta la prevalencia del 36% en jóvenes sanos y hasta 70% de poblaciones vulnerables principalmente en mujeres postmenopaúsicas con osteoporosis.
Numerosos estudios sugieren que la vitamina D cumple un rol fundamental en la reducción del riesgo de infecciones virales por distintos mecanismos: ayudando a mantener las barreras físicas del organismo, induciendo inmunidad celular innata como así también modulando la inmunidad adaptativa. Es por ello que se ha investigado su rol protector en la infección por coronavirus por su efecto antiinflamatorio e inmunomodulador.
Zinc y el sistema inmune
El zinc es un oligoelemento considerado esencial ya que cumple un rol fundamental en el desarrollo y mantenimiento celular del sistema inmunitario como así también en el crecimiento y en la esfera cognitiva.
Se estima que cerca de 2 billones de personas a nivel mundial sufren de deficiencia de zinc. Este déficit produce disfunción de la inmunidad humoral y mediada por células aumentando la susceptibilidad a enfermedades infecciosas.
La suplementación de zinc atenuaría la replicación de una variedad de virus ARN, incluso inhibiría la replicación del coronavirus del SARS (SARS-CoV), considerándose así un adecuado suplemento como aliado para este tipo de infecciones.
