Tejido, células y moléculas del sistema inmune trabajan de forma coordinada para asegurar tu funcionalidad, entre las que se incluyen la defensa frente a infecciones, detecciones y destrucción de las células malignas o auto reactivas.
Con el paso de los años y las enfermedades, estas capacidades disminuyen, predisponiéndote ante infecciones, enfermedades autoinmune y al cáncer.
En el pasado, una gran cantidad de estudios han demostrado que el ejercicio induce cambios fisiológicos considerables en el sistema inmune. Complejas interacciones neuro-inmuno-endocrinas han sido investigadas para determinar los mecanismos de estos cambios inmunológicos.
Entre las actividades que ayudan a contrarrestar estos efectos se encuentra el ejercicio físico, la que en condiciones patológicas puede ayudar gracias a sus efectos:
1. Anti-inflamatorio
La inflamación aguda es una respuesta normal en el contexto de infección y trauma. Luego de realizar ejercicio intenso y prolongado, es posible identificar un mayor número de marcadores inflamatorios en el torrente sanguíneo, pero a pesar de este aumento transitorio durante la actividad, los individuos que realizan ejercicio de regular tienen niveles basales de marcadores inflamatorios menores que lo individuos que no realizan.
Respecto a la inflamación crónica e inflamación sistémica, que ocurre en patologías como diabetes mellitus, arterioesclerosis, artritis, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), el ejercicio asociado a buena alimentación y cese del tabaquismo ha demostrado disminuir los niveles de marcadores inflamatorios.
2. Anti-viral
Otro efecto observado y replicado en estudios, es la disminución en la incidencia y el riesgo de sufrir infecciones respiratorias.
Si el ejercicio es combinado con hábitos de vida sana, como buena higiene del sueño y alimentación saludable, el beneficio es infinitamente mayor.
En un estudio expuesto por la prestigiosa revista JAMA (Asociación Médica de Estados Unidos) evidenció una asociación entre la actividad física y la disminución del riesgo de padecer cáncer de colon, endometrio, esófago, hígado, estómago, leucemiamiloide, mama y riñón.
Y una asociación aún más fuerte en la relación a la disminución del riesgo en mieloma múltiple, cáncer de cabeza y cuello, recto, vejiga y pulmón (este último en fumadores).
3. Anti-cancerígeno
El ejercicio también ha demostrado mejorar la calidad de vida en pacientes que se encuentran en tratamiento contra el cáncer.
Un ejemplo del ejercicio sobre la inmunidad se evidencia en el cáncer colorectal, donde se ha observado una disminución en los efectos adversos y en la mortalidad en los pacientes que aumentaron su actividad física respecto a su basal.
Algunos de los mecanismo descritos en este efecto son los cambios en la microbiota, de las personas que practican actividad física de forma regular, estos cambios resultarían en la producción de moléculas que influyen en la respuesta al crecimiento tumoral.
Conclusión
Existe evidencia que ha demostrado que la actividad física regular reduce la incidencia de enfermedades infecciosas, ya sea por bacteria o virus, enfermedades crónicas no transmisibles como al cáncer y desordenes inflamatorios, y no es necesario ser maratonista, ni tampoco deportista de alto rendimiento para disfrutarlos.La Sociedad Americana del Cáncer recomienda 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad vigorosa a la semana o bien, una combinación de estos a la semana.
Incluso caminando 30 min diarios durante al menos 5 días, o realizando ejercicio aeróbico, anaeróbico o una combinación de este, resultarán beneficiosos para el estado inmune del organismo, influyendo en mecanismos tanto neuro-inmuno-endocrinos como psicológicos, que combinados con un estilo de vida saludable mejoran la respuesta a diversas patologías.